En el imaginario colectivo, habiéndose casado con un príncipe, deberían ser felices. En cambio, la historia enseña que, en la mayoría de los casos, los aspirantes al trono suelen estar tristes y solitarios.
En teoría, habiéndose casado con un príncipe, tal vez no azul, pero siempre es un príncipe, deberían haber realizado el sueño del historia de amor. Sin embargo, en realidad, para muchos aspirantes al trono de todas las épocas y latitud, parece que no hay final feliz, tanto es así que la definición de 'princesas tristes' se ha vuelto de uso común.
El último episodio en orden cronológico se refiere Charlene, Esposa de Alberto de Mónaco, paparazzi por el periódico "Chi" en su nueva residencia en Córcega, un lugar al que se mudó hace unos meses, después de dar a luz a los gemelos Jacques y Gabriella: en las tomas ella siempre aparece sola, su marido nunca se ve y en el último período, él solo asistió a un evento mundano, que es la celebración de diez años del reinado de Alberto II. La pareja en la prensa insiste en repetir que todo está bien, que son felices juntos, pero la duda que surge, mirando los hechos, es más de una.
Parece ser el mismo destino que Princesa Diana, la 'princesa triste' por excelencia: una vida transcurrida sin ser apreciada ni por su marido ni por su familia y un destino trágico, justo cuando comenzaba a saborear la felicidad.
En nuestra galería, las 'princesas tristes' más conocidas, de Diana a Soraya, que pasa a través Magdalena hasta Charlene: mujeres que potencialmente tenían y podían tener todo, pero que tal vez carecían y les faltaba una sola cosa para ser felices: la libertad de ser uno mismo.