Viajar solo: consejos para quienes deciden ir solos

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Para todos los temerarios que deciden emprender una aventura por un viaje solos, aquí hay una serie de consejos útiles.

E.R. Doctores en primera línea

No para crear un alarmismo innecesario, pero el sobre de los medicamentos debe estar siempre con nosotros y listo para cualquier eventualidad: independientemente del lugar al que decidamos ir, los establecimientos de salud y la normativa vigente para la compra de medicamentos son diferentes a los de nuestro país, y Por lo tanto, es una buena idea traer todo lo que necesita con nosotros. Asegúrate de tener antipiréticos, antihistamínicos, antiinflamatorios, analgésicos, antidiarreicos, digestivos y para la acidez, y recuerda incluir también el antibiótico que solemos tomar y que sabemos que no tiene contraindicaciones. Si decidimos dirigirnos a un país muy caluroso y con una alta tasa de humedad, los suplementos a base de magnesio y sales minerales pueden ser útiles.

Teléfono de casa

Independientemente de la duración de nuestro viaje, es una buena práctica comprar una tarjeta telefónica de un operador local para reemplazar temporalmente la nuestra. De hecho, es posible que tengamos que hacer llamadas a hoteles, centros de información, aerolíneas o, incluso, para mantenernos en contacto con posibles amigos que nos encontraremos en el camino y que nos acompañarán durante algunos viajes. En muchos países, además, existen tarifas especiales que permiten, con un pago realmente insignificante, agregar una opción que le permita llamar a su país de origen a precios reducidos: la suscripción suele durar un mes, la única precaución es la de no suscribiéndonos a la renovación automática con tarjeta de crédito, pero a la recarga manual, para no tener problemas desactivándola a nuestro regreso.

Comer Rezar Amar

A menos que planee un viaje a áreas del mundo que se sabe que son seguras tanto desde el punto de vista alimentario como sanitario, en todos los demás casos es fundamental someterse a todas las vacunas necesarias antes de la salida (la información está disponible en International Prophylaxis Centros del Municipio de residencia) y, una vez en el lugar, aplicar la regla del sentido común cada vez que nos preparamos para comer. El agua siempre debe provenir de una botella sellada, nunca consumir bebidas, refrescos o cócteles en vasos que contengan hielo, evitar verduras y frutas crudas -a menos que no estén peladas, como el plátano- y en general prefiera alimentos sencillos, seguros y superiores. todo cocido. Las ganas de probar las especialidades de la gastronomía local deben equilibrarse con el hecho de que viajamos solos, y por tanto debemos ser capaces de manejar incluso un simple dolor de estómago con total autonomía: si lo piensas, mejor no arriesgarte.

Convertirse en un "animal social"

Nada como unas vacaciones en solitario puede ser el momento adecuado para hacer nuevas amistades: cada vez más personas, de todo el mundo, deciden emprender una aventura por su cuenta y la propensión a ampliar sus horizontes, incluso a nivel humano, es muy alto en este momento. ¡Así que dejemos de lado la timidez y vamos a por ello! Cada ocasión es buena para entablar conversación con alguien: en la parada del autobús que nos llevará a la costa, en el vagón del tren en el que estamos hacinados, en el restaurante mientras esperamos la comida que hemos pedido … No escondernos detrás de la vergüenza u otras excusas para ampliar nuestro recorrido y pasar una noche, o más, en compañía. Muchas veces las amistades nacidas en algún lugar remoto del mundo resultan ser las que nos acompañarán a lo largo de nuestra vida, pues están unidas por un recuerdo imborrable.

Aprender a ser flexible

Viajando solos nos vemos obligados a revisar toda una serie de intransigencias, prejuicios y estereotipos que suelen "envenenar" en cierto sentido nuestra vida diaria, pero que aquí necesariamente debemos abandonar. Así que deshagámonos de toda la rigidez que -a menudo- nos enjaula, y afrontemos la experiencia con esa pizca de ingenuidad que nos hará apreciarla más. Esta actitud es tanto un corolario del punto anterior, que está ligado a la necesidad de conocer a otros viajeros como nosotros, pero también está fuertemente ligado a la predisposición a cambiar de planes, por ejemplo al unirse a un grupo de personas que se conocieron recientemente. que tiene en plan un desvío a un lugar que nos interesa. Si bien es cierto que la aventura en solitario debe planificarse en detalle, también es sacrosanto que debamos dejar espacio a un mínimo de improvisación, para volver a saborear el sabor de la libertad.

Instinto, nuestro mejor amigo

Puede suceder, durante cualquier viaje, pero cuando estás solo, con más razón, para encontrarte en una situación en la que no estás 100% a gusto. Puede ser una calle donde estemos metidos y donde veamos que tenemos la mirada puesta, un servicio religioso donde nos damos cuenta de que no somos bienvenidos, un hotel o un hostal cuyo ambiente no nos convence: en todos estos casos, solo escuchamos el instinto, y si nos dice que es apropiado salir del campo, damos media vuelta. Para vivir esta experiencia al máximo debemos ahuyentar todas las sensaciones negativas exógenas que en ocasiones pueden arrastrarse por el camino, y no ser testarudos en querer llevar a cabo empresas fuera de nuestro alcance, que nos arrojarían a un estado de frustración para evitar como ¡la plaga!

Reevaluar lo inesperado

Una de las grandes lecciones que se derivan de viajar solos es el desarrollo de una actitud más positiva y proactiva, capaz de mostrarnos los imprevistos con los que nos encontraremos (porque los habrá, y no seremos inmunes en absoluto) como oportunidades y no en absoluto, como problemas. Un tren que se cancela, la pérdida de un avión, una tormenta repentina … tratemos de no encerrarnos en una burbuja de pesimismo y nerviosismo, pero tratemos de buscar soluciones, incluso creativas, para sortear el obstáculo y para cometer el tiempo de inactividad. A nuestro regreso, esta predisposición también nos acompañará en la vida cotidiana, y nos hará diferentes, más empáticos y menos inclinados a enfatizar solo los aspectos negativos de lo que nos sucede.

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